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EL PROCESO CREATIVO: NUBES DE SENTIMIENTOS Y PENSAMIENTOS

Mi corazón está hecho un enredo que me genera un pensamiento. Lo veo llegar a mi cabeza y pienso que solo es una nube más, de esas que llegan sin avisar, no le di importancia y seguí sin pensar que, con el transcurso de los días, se iban a acumular hasta no poder más. Eran como motas de agua surrealistas y esponjosas, llegando sin parar a acumularse en mi mente, nubes de sentimientos, nubes de pensamientos. Estoy sentado en mi cabeza y hay mil palabras volando por aquí. Pensamientos que durante semanas se convierten en problemas, los problemas en estrés, el estrés en ansiedad y la ansiedad en un nuevo pensamiento. Es un triángulo vicioso entre mis sentimientos, el arte y el artista que parece no acabar; la única solución, un conjuro de grafito y papel para invocar una coalescencia en la estructura nubosa de mi cabeza, que da origen al creativar.



Aun sentado en mi cabeza, veo pensamientos por montones, visibles como nubes en el firmamento, cargadas de desconsuelo, ira y rabia, desesperadas por soltar aquella carga tan pesada. Como nubarrones gordos, repletos de gotas de agua fabricando truenos como gritos hacia el exterior, gritos de desesperación. Como una muestra de lo que hay en su interior. Ya no pueden más, necesitan desahogarse. Tengo en mi escritorio una herramienta mágica a mi disposición, una barra de madera con grafito en su interior. Lápices gigantes serán mis compañeros en esta misión de mí mismo contra mi interior. Lápices gigantes, cargados con tantas letras que me faltan por escribir, cargados de pensamientos que aún no sé cómo decir, para liberarme de un pasado que creía invencible. Silueta fantasma de Ripio de lápiz, es invisible pero inevitable. Después, los gigantescos lápices se convertirán en ripio evidenciando el misterioso proceso creativo de escribir. Además, en este espacio, existe un compañero de las nubes de pensamiento, un pequeño ojo. Es la conexión entre mi interior y el mundo exterior, el puente entre la realidad y mi imaginación. El ojo está a punto de llorar. Sus lágrimas se acumulan, no hay más sentidos que le ayuden a expresar ni una boca que le ayude a hablar. El ojo, a punto de explotar, espera que otras partes del cuerpo le ayuden a soltar. Ya que solo no es su labor sanar, el cuerpo entero se debe perdonar, entrar en un trance en un estado de unidad, de entendimiento y sanación que permita a las manos ejecutar las palabras necesarias para este conjuro. Le regalo mis penas a una hoja en blanco para que salgan, se queden atrapadas en este papel y no regresen a habitar en mí.



La carta está completa, aunque no haya sido escrita para ser leída, está terminada. Ya se escribieron las formalidades necesarias, quien envía y quien recibe, quien pierde y quien gana, quien se humilla y quien se egosifica. Ahora que creo saber quien la escribió.  Veo página tras página, letra tras letra cómo se rompe el caparazón de mi corazón y las lágrimas comienzan a caer sin control. Aquel ojo, compañero de las nubes, ya se rindió ante la abrumante cantidad de estímulos del mundo exterior. Ahora se encuentra vencido sobre un charco de lágrimas en el cual solo reposa, tranquilo. Las nubes de pensamiento y las nubes de sentimientos ahora están en calma, no me abruman, ni agobian ni incomodan mi mente. Están en paz, ya son pocas pero dóciles, tranquilas y livianas, pues ya soltaron toda su carga. Como nubes de tormenta que, tras una larga noche de lluvia, se disipan al amanecer, dejando el cielo más claro y despejado. Podemos entonces apreciar otras cosas y permitirnos una vista completa del firmamento de nuestra mente. En el piso solo quedaron pequeñas muestras de lo que solían ser grandes y surrealistas lápices de madera. Ya murieron, cumplieron su ciclo de vida, su misión en la tierra: ayudarme a decir lo que tenía por decir, se sacrificaron para que mi alma pudiera ser libre. Y Ripio gigante refleja la escena de intensa escritura y escritura que pasó por este escenario, miles y miles de veces que tuve que recurrir al sacapuntas para que aquel cilindro delgado de grafito comprimido no perdiera su filo ni yo el valor. Para que el lápiz no dejara de gritar mis verdades al papel en su cara pálida. Ripio, Ripio por doquier, en el piso, en las paredes y en el techo. El proceso de mis sentimientos se hace visible en los vestigios de madera que quedaron, tras el creativar ese momento de conexión vital entre mi alma y mi corazón, mi corazón y mi cerebro, mi cerebro con mis manos y mis manos con el papel.


Ya todo se ha dicho, ya todo se ha escrito, tan violento como lo presentía pero más curativo de lo que imaginaba. Todos estos pensamientos en mi mente sobre el papel pierden poder, solo queda un cenicero lleno y la mente en blanco, el alma más liviana y el corazón ilusionado de un hombre enamorado pero, al fin y al cabo, equivocado.




Antes de comenzar a escribir*
Antes de comenzar a escribir*

Después de escribirlo todo*
Después de escribirlo todo*


 
 
 

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